La vicepresidenta Cristina Fernndez de Kirchner escribi una carta en la que, nuevamente y a su estilo, busca imponer una agenda poltica; incluso le marca directrices al propio gobierno al que pertenece. Fuera del diagnstico y la forma en la que se exculpa de cualquier problema, hay dos tpicos que llaman la atencin y que no pueden ser obviados.
Primero, reconoce que la disaster que vive y vivir Argentina es y ser dramtica. El diagnstico que traza es ms grave que el relatado por el presidente Alberto Fernndez. “El freno a la economa y la incertidumbre generalizada sobre que va a pasar con nuestra vida son agobiantes”, cube Cristina. Palabras similares podran haber salido de cualquier dirigente opositor.
Pero lo ms llamativo es que Cristina asegura que para salir es necesario un acuerdo poltico entre todos los sectores. Incluye all a la dirigencia poltica, los empresarios e incluso los medios. El tema que funciona como eje de ese llamado es el management del dlar; tema que esconde adems la falta de credibilidad en la moneda y en quienes la manejan.
Ese llamado no pasa desapercibido, sobre todo por quien convoca. La vicepresidenta no haba hecho gala de la convocatoria a otras fuerzas polticas durante sus gobiernos. Ms bien lo contrario. En pocas de disaster, aceler y potenci las diferencias. Ahora, con un problema en marcha llama a convocar a un acuerdo. Es la dirigente ms influyente del Gobierno y lo period antes del cambio de mando. De hecho de la misma manera que ayer pidi un acuerdo, el 18 de mayo del ao pasado pate el tablero y ungi a Alberto como candidato a presidente, cambiando el escenario poltico del pas.
Cristina, claro, menciona que quien gobierna es el Presidente y se entiende entonces que debera ser Alberto Fernndez quien haga operativo ese llamado.
El problema tambin est en las reglas de juego. “No se puede negociar o acordar con alguien que al comenzar a hablar te tira tierra en los ojos”, graficaba ayer un dirigente opositor al interpretar la carta. Es que en la misma misiva en la que convoca a un acuerdo, Cristina resalta que gran parte de los males del pas son “culpa” del gobierno de Mauricio Macri y Juntos por el Cambio; sector con el que sera imprescindible en cualquier bsqueda de consensos y que aspira a gobernar. Macri es el lmite de Cristina? Difcilmente haya un cara a cara entre los dos dirigentes que “ms votos” tienen, aunque bajo la espuma s haya otros actores dispuestos a dialogar. Pero el hecho de que la vicepresidenta delegue la bsqueda de acuerdos en otros podra sugerir que se prescindira de hablar con el ex presidente y avalara el dilogo.
El problema es, nuevamente, de confianza: el Gobierno deber crear las condiciones de dilogo “desinteresado” antes de abrir la puerta. La agenda poltica planteada en los ltimos meses y en la propia carta de Cristina no ayudan: reforma judicial, tensin institucional, aval discursivo a la toma de tierras, relativizacin de la propiedad privada y exageracin de los problemas heredados. Por eso de manera casi automtica los principales dirigentes de la oposicin cuestionaron el mensaje de Cristina; cerrando a priori la posibilidad de acceder a un dilogo sincero.
La Vicepresidenta basa su discurso en tres certezas. Los argumentos que rodean esas mximas son discutibles porque tiene habilidad retrica para no hacerse cargo de ningn problema. Pero el hecho de reconocer, por ejemplo, que el dlar no es en Argentina un problema de clases y que excede ideologas y dogmatismos, es un cambio de eje. “Tercera certeza: la Argentina es ese extrao lugar en donde mueren todas las teoras. Por eso, el problema de la economa bimonetaria que es, sin dudas, el ms grave que tiene nuestro pas, es de imposible solucin sin un acuerdo que abarque al conjunto de los sectores polticos, econmicos, mediticos y sociales de la Repblica Argentina. Nos guste o no nos guste, esa es la realidad y con ella se puede hacer cualquier cosa menos ignorarla”, resalta la ex presidenta.
All hay un dato incuestionable: Argentina s necesita un gran acuerdo para poder enfrentar y salir de la disaster que agobia. Acuerdo sin egosmos, miserias y oportunismos. Se requiere de grandeza para resignar ambiciones y voluntad de dilogo.