Washington – En un caluroso día de agosto a lo largo de la costa china, el senador Joseph R. Biden Jr. se bajó de un autobús en un complejo costero para una serie de reuniones inusuales con los líderes del Partido Comunista de China.
En un banquete de almuerzo, Biden y otros tres senadores discutieron con funcionarios chinos sobre lo que el juicio de O. J. Simpson había revelado la integridad del sistema authorized estadounidense. Cuando los senadores se reunieron posteriormente con el secretario del partido, Jiang Zemin, discutieron sobre ese y otros temas espinosos: la proliferación de tecnología de misiles, los derechos humanos y Taiwán.
Pero Biden, quien dirigió su primer viaje al extranjero como presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, también estuvo en Beidaihe en 2001 para ayudar a marcar el comienzo de una period importante en la relación de Estados Unidos con China: la construcción de un vínculo comercial que permitiría la entrada de la nación comunista a la Organización Mundial del Comercio.
“Estados Unidos da la bienvenida al surgimiento de una China próspera e integrada en el escenario international, porque esperamos que esta sea una China que cumpla las reglas”, dijo Biden a Jiang, recordó Frank Jannuzi, asistente del Senado, quien organizó el viaje y tomó notas al lado de Biden.
El senador viajó días después a un pueblo cerca de la Gran Muralla. A as soon as mil kilómetros de Delaware, su estado natal adoptivo, Biden, con las manos contentas, desconcertó a los lugareños como si fuera un candidato, incluso tomando la comunión de un sacerdote católico. Regresó a Washington viendo más promesas que peligros, ofreciendo a los reporteros el mismo mensaje que les había entregado a los líderes chinos: Estados Unidos dio la bienvenida al surgimiento de China “como una gran potencia, porque las grandes potencias se adhieren a las normas internacionales en las áreas de no proliferación, derechos humanos y comercio.”
Dos décadas después, China ha emergido como una gran potencia y, a los ojos de muchos estadounidenses, un rival peligroso. Republicanos y demócratas dicen que se ha aprovechado de la integración international que apoyaron Biden y muchos otros funcionarios.
Las elecciones de 2020 se han definido, en gran parte, por lo que Washington ve como una especie de nueva Guerra Fría. Y mientras Biden enfrenta feroces ataques de campaña por parte del presidente Trump, su lenguaje sobre China apunta a un cambio drástico de pensamiento.
Biden llama a Xi Jinping, el líder autoritario chino, un “matón”. Ha amenazado, si es elegido, con imponer “sanciones económicas rápidas” si China intenta silenciar a los ciudadanos y empresas estadounidenses. “Estados Unidos necesita ser duro con China”, escribió este invierno en un ensayo en International Affairs. Biden ahora ve al país como un gran desafío estratégico, según entrevistas con más de una docena de sus asesores y asociados de política exterior, y sus propias palabras.